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  • Foto del escritorLuz Maria Armillas Gonzalez

El amor perfecto, el amor animal

Muchas veces leemos estas dos palabras, "amor incondicional", cuando se habla del amor que siente y expresa un animal hacia su familia humana.

¿Qué es esto? Si los seres humanos quisiéramos aprender a amar de esta forma, ¿cómo lo haríamos?


Los que convivimos con ellos sabemos que su forma de amar significa dejar otro ser como es, permitir que sienta como siente en cada momento, no querer moldearlo al gusto de uno.

Si yo me siento triste, con toda seguridad mis animales tomarán una de estas dos decisiones: se sentarán a mi lado, con el hocico, una pata u otra parte de su cuerpo haciendo contacto con el mío, sin hacer nada más, o se alejarán. Estos dos comportamientos son igual de efectivos y tienen un punto en común: dejar que gestione mi emoción como yo necesite hacerlo, sin juicios, sin largos monólogos llenos de consejos para afrontar una situación. En definitiva, desde la libertad absoluta.


A menudo, (con demasiada frecuencia) escucho a ciertas personas decir que quieren un animal que sea de tal o cual forma, al que le gusta realizar esta u otra actividad.

¿Es eso amar incondicionalmente? Yo creo que no. Esto se parece más a ir a comprarse un bolso.


De alguna forma, la forma de querer del ser humano, debido al apego o a querer rellenar vacíos internos, es egoísta; necesitamos que nos demuestren que nos aman constantemente, desde la cercanía física o verbal. Y yo, cuando pienso en esto, siempre recuerdo al primer gato que me dijo que no le gustaba el contacto de los demás, que él sabía amar de lejos y no necesitaba demostrarlo de otra manera.


Hace poco, alguien me preguntó: ¿saben amar los gatos? Confieso que me quedé bastante sorprendida con esta duda pues lo que me demuestran una y otra vez, a través de la convivencia con miembros de otras especies, es que su amor es puro y desinteresado.


Y yo pregunto: ¿saben amar incondicionalmente los seres humanos?





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