Hay un tema acerca del que seguramente hayas leído mucho, y se sigue escuchando, debatiendo. Suele ir y venir en un mundo dividido entre los que aún consideran que el dinero es, en sí, algo sucio, y los que simplemente lo vemos como una herramienta en este juego que es el mundo creado por el ser humano, sin más.
Me suelo encontrar con personas que, al querer dedicarse a algo por cuenta propia, se enfrentan a un dilema: ¿Qué tarifas poner? ¿Cuánto dinero vale mi trabajo?
Un trabajo que no solo es el producto final, lo que otros ven que ofreces, sino que es fruto de: tu crecimiento diario, todas tus experiencias vitales integradas en tu alma, tu viajes, días de dedicar muchas horas desde la mañana a la noche, muchos retos, desvelos, inversiones de todo tipo, el equilibrio entre tu centro coherente y las circunstancias externas, y la capacidad de ir adaptándote a la vida, que es movimiento. Aprendizajes que se integran desde la caída, la frustración y el logro de objetivos.
Todo esto como parte de tu vida, pues no solo trabajamos: tenemos una familia, un tiempo que queremos disfrutar y momentos de desconexión necesarios.
En definitiva, algo que hacemos porque nos sale del corazón pero que no por ello está exento de dificultades y aprendizajes, de ponerte delante de un espejo día tras día para reconocerte siempre en el cambio constante.
Me sigo encontrando a personas que increpan a las que somos felices realizando una actividad de acompañamiento a otros, como si ser feliz en tu trabajo te capacitara para pagar facturas sin tener que abonarlas con dinero. También se sigue pensando que si ayudas a los demás o tienes ciertos talentos, deberías trabajar gratis. Es un sinsentido, porque entonces tendrías que obtener dinero de otra parte, utilizar tu tiempo y no podrías acompañar... La pescadilla que se muerde la cola.
Esto no es una manera de querer convencer a nadie. Hace tiempo que, afortunadamente, me siento a gusto con cómo voy caminando mi propia vida. Estas palabras van dirigidas a aquellos que aún no han aprendido a poner límites. Leí hace poco que poner límites, con amor propio, a otros, es una manera de enseñar al otro lo que es amarse de verdad. No tiene nada que ver con el egoísmo sino con vivir desde tu Ser auténtico.
Cuando me preguntan qué es justo cobrar o no, siempre digo: siéntate, encuentra tu calma, tu coherencia y desde ahí, expresa este tema. Desde ahí no tendrás dudas, estarás seguro de lo que ofreces y pides, habrá un equilibrio, y si alguien te cuestiona, ni siquiera te afectará o tambaleará tu armonía. Es tu decisión. Siempre habrá humanos que sientan todo lo que tú has puesto ahí, en lo que ofreces, y otros que conecten con sus miedos mentales y juzguen tu manera auténtica de hacer las cosas.
Creo que es necesario que los que no tenemos problemas con el concepto de ganarnos la vida desde el merecimiento hablemos de esto con valentía y amor.
Merezco ser feliz, poner mis condiciones y que otros elijan si están de acuerdo o no.
Mereces vivir en calma, no tener que dar explicaciones cuando tus condiciones están claras desde el principio.
Merecemos defender, desde la paz pero con contundencia, nuestro camino.
Esto no va solo de dinero, va de conectar con la vida real.
Un abrazo,
Luz Armillas
Chamana esencial
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