El duelo por la muerte de nuestros seres queridos siempre será un proceso incompleto si no damos la bienvenida al hecho de que seguimos comunicándonos con ellos.
Porque viviéndolo como una despedida total lo que hacemos realmente es cerrar una puerta que debe quedarse abierta: la del corazón.
No te despides de todo, solo transformas la relación que vas a tener con el alma de tu ser querido, sea humano, animal, planta o lo que tú sientas como tal.
La relación entre dos almas no muere cuando uno de los dos desencarna: cambia, pasa a otra manera de sentir, a una forma que sigue siendo experiencia nutritiva para ambas.
Entonces, ¿no es necesario hacer un duelo? Claro que lo es, porque se mueren o finalizan muchas cosas: una parte de tí, el cuerpo físico del otro, las cosas que podéis hacer en esta vida física, la manera en que lo percibías (piel, pelo, risas, voz, calor).
Se hace un duelo por lo que se pierde pero no podemos quedarnos ahí, porque este duelo deja lugar a la llegada de un nuevo capítulo. La comunicación consciente sigue ahí, la percepción de la presencia de su alma, la conexión.
Conversaciones, amor incondicional, trascender la parte física te lleva a percibir que somos almas permanentes en cuerpos impermanentes.
El duelo no debería terminar en un adiós o en esa frase que se dice para consolarnos: "el que muere vive para siempre en tu corazón", porque no vive ahí sino que realmente sigue existiendo y puedes abrirte a seguir en contacto natural y directo con su alma.
Dejemos atrás todo lo que nos limita desde la mente. Ya es momento de dejar de buscar respuestas fuera, de que asumamos nuestra tarea personal, nuestro compromiso de escucha con el resto de seres universales.
Haz de tu duelo un camino de transformación, no un muro construido para no ver más allá.
Hazlo con amor real. El amor no tiene miedo.
Luz Armillas,Chamana esencial
Escuela luz animal
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